miércoles, 10 de febrero de 2010

Ardiendo de mar y guerra

Ardiendo de mar y guerra
se halla este pobre corazón, destrozado
por su propia sustancia…
Cada suspiro es devorado por la luna,
cada clamor, una batalla perdida:
bajo el Océano de tus ojos
ha naufragado mi barca,
se han astillado mis remos…
¡Oh, condena!
Tu vagabunda silueta
merodea mis entrañas y sus puentes;
tu olor, al ser esclavo de la lejanía,
me lo invento.
Desde la fútil inmanencia de mi pensamiento
elegí amarte, ausente…
Elegí tenerte, desde la inmortalidad
de una estela inexistente.

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Poema dedicado.

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