Migajas Del Tiempo

La contradicción se escucha al fondo de la habitación, pide a gritos ser, no sólo escuchada, sino comprendida, interpretada y justificada. Un búho y un buitre se han posado, juntos, sobre el paral de la cama: buen y mal augurio ¿Dónde mora el Destino? En tu corazón, en tu conciencia; o, quizás, se ha quedado dormido en el Oráculo de Delfos. Ambos yacen tranquilos en la penumbra del Espíritu, pero siempre vigilan: carroña y sabiduría se unen; desprevenido te cogen, luego ya acaricias y alimentas al más amable, al que hayas elegido, a tu futuro amante.

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Sabes de sobra que los espacios vacíos no existen, tampoco hay cambios decentes, ni eternos, ni lunas llenas, ni que mengüen: nadie arrulla, no acuna la luna a ningún niño de cristal.

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Nos hacemos en una trascendencia siempre trascendida, siempre trascendencia, hasta el infinito. Queremos sobrevivirnos, soportarnos: la tolerancia del absurdo ha abierto la puerta maldita de la Esperanza. El ego se ha convertido en un bloque de sólido hielo, siempre con la posibilidad de derretirse. Agua que va arrasando con los continentes migajeros de cada ser humano particular.

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Me burlo hasta de la ceremonia más solemne, sólo por no adherirme. Volví a orinarme en el piso, no sé si por falta de Voluntad o por mera estulticia: quizás tengo un espíritu demasiado borracho, ya seguro de su propia incontinencia, y no permite que me mantenga en pie. Pertenezco al saco de los incomprendidos, de los que no cree en la moral impuesta porque piensa y se vive desde otra moral, con otros parámetros.

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Todas esas lunas sembradas en el mundo, mantenidas por la conciencia del recuerdo hoy se marchitan, a mis pies. Todos esos suspiros lanzados al viento hoy no son más que esperanzas perdidas. ¿Por qué refugiarme en ellos? ¿Por qué mi auto-condena? ¿por qué el desprecio hacia mí mismo? ¿Por qué no olvido? ¿Por qué el rencor pesa sobre mi espalda como la Cruz? ¿Para qué reprochar palabras que ya no tienen sentido, cuyo correlato se ha esfumado en el viento?

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